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Monopolios editoriales


No, LaCriba no cree en los monopolios, porque los monopolios uniforman la literatura, y la literatura debe ser variedad. LaCriba ve con agrado la proliferación de riesgos literarios y editoriales, de quienes asumen la responsabilidad de equivocarse, de quienes agarran una pluma y le dedican tiempo. El tiempo con que contamos es finito: realmente no tenemos otra cosa para dar. ¡El amor es tiempo dedicado! Quizá es por eso que el lector a veces no se anima: "Si compro este objeto, ¿podré después dedicarle tiempo?".


Y hay consumidores que valoran la inteligencia, que compran un libro para portarlo, para que se note en la calle que les interesa, con la esperanza de que otro se pregunte si serán filósofos, si debajo de esos litros de agua de colonia hay un ser verdaderamente pensante. Ellos no tienen tiempo ahora para los libros, pero están en camino de tenerlo, porque han convertido el modelo que imitan en meta. No se burle nadie del imitador, porque el imitador está próximo a sus objetivos.


En LaCriba nos falta el tiempo: por eso nos gusta ver el avance editorial de otros colegas. E imitamos; imitamos superficialmente apenas los modelos de otros que nos preceden. Pero ¡estamos en camino!


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