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Mi gato don Alfonso


Yo tuve un gato que se llamaba don Alfonso. Porque sin don Alfonso Reyes, facilitador de todo, no habría Fondo de Cultura Económica, ni Colegio de México ni Octavio Paz. Si el nene Paz quería ir a India, don Alfonso le conseguía un puesto en el consulado. Si al nene Paz le picaba la nariz, don Alfonso le mandaba dos ministros para que se la sonaran. A don Alfonso lo odiaba Borges, porque Borges era mejor escritor y no estaba gordo (Borges dixit) como don Alfonso, pero don Alfonso siempre estaba rodeado de mujeres muertas de la risa e interesadas en la conversación. El papá de don Alfonso se llamaba Bernardo Reyes, y se murió ametrallado cuando inició el golpe de Estado que mató a Madero.


Probablemente sin don Alfonso tampoco habríamos tenido Rafael Bernal. Porque don Alfonso dijo que, si lo mexicano existía, no valía la pena que un mexicano se esforzara en escribir sobre lo mexicano: bastaba con que un mexicano escribiera sobre cualquier cosa para que lo mexicano saliera. Y si no salía nada, no pasaba nada. Y luego don Rafael Bernal escribió cuentos hermosos que nada tienen que ver con México. (Aunque El Complot Mongol es sobre un ruso, un gringo y un mexicano que entran en un bar para prevenir un atentado contra un presidente gringo que planea visitar México. Con barrio chino y guerrilleros cubanos y toda la cosa internacional.) Ese gato que se llamaba don Alfonso odiaba las caricias, pero amaba comer papa cocida.

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