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Con una mano sobre el perro de piedra


Este grabado de Goya ocupa mucho espacio en mi cerebro. Jamás he estado de acuerdo con aquella interpretación según la cual se habla de los peligros de que la razón se quede dormida, y me parecía una clara referencia contra las utopías políticas, pero ayer, cuando estaba leyendo noticias en el único sitio de la casa donde puedo adoptar la posición de El Pensador de Rodin, todo cambió.

Resulta que Meta y sus genios hicieron la gracia de crear una inteligencia artificial llamada Galactica que procesaba trillones y trillones de artículos académicos y científicos para generar texto y responder preguntas al estilo no ya de Google, donde tienes que soportar el horrible esfuerzo de discriminar información, sino al de Multivac, la súpercomputadora de Asimov que se quería suicidar agobiada por las cuatrillones de tonterías que le preguntaba la gente todos los días.


Pero eso no es todo. Ya saben ustedes que los científicos usan palabras raras para que nadie los entienda y para hacerse los inteligentes, como cualquier estafador de poca monta que quiere venderles cuatro onzas de vino a treinta mil dólares por sus miles de virtudes que ustedes apenas entienden. Pues bien: Galactica lo volvía todo sencillito, para que cualquier nene de cuatro años pudiera comprender mecánica cuántica sin mayor trabajo mental, ni matemáticas, ni toda esa palabrería creada para confundir a la gente de a caballo. Es decir, tírense todos los dientes, que las máquinas ya también pueden masticar por nosotros.

El resultado fue impresionantemente predecible: la inteligencia artificial era una retahíla de acémilas sonrientes con datos racistas, falsos y estúpidos, pero que parecían verídicos, porque sonaban guay. Es que, ¡claro!, sonar guay es suficiente. Ya lo decía Aristóteles: más vale verosímil imposible que posible inverosímil.

Por ahí además me enteré de que el jefe de inteligencia artificial de Meta, todo rabioso y ardido, retiró Galactica reclamando a los bromistas que la boicotearon mientras decía algo así como: "¿Ya están contentos? Fuera de línea. Ya no pueden divertirse haciendo mal uso de esta JOYA ULTRAPODEROSA QUE TUVO LA MALA SUERTE DE CAER EN SUS SUCIAS MANOS" (las mayúsculas son mías, pero da igual).


Todo eso me llevó a pensar en otros muchos demonios de nuestra sociedad que sueña con hacerse rica sin apenas mover un dedo, como los hermanos de Iván el Imbécil. Me resultó entonces claro que las utopías políticas son sólo un caso especial del sueño de la razón, que es ¡LA PEREZA! ¡Por supuesto! Una distopía es una tontería que supone que hay un modo de proceder general donde los problemas y los imprevistos son cosa del pasado. Pereza pura. El paraíso prometido para quienes se porten bien. ¿Por qué no nos ocupamos del cambio climático adoptando la economía circular de una vez por todas? ¡POR PEREZA! Que lo haga todo esa fábrica llena de máquinas mientras yo me hago millonario y me rasco la panza.


Por eso es tan trascendente "De la queda(era)", de Juan Carlos Quintero Herencia. Aunque el subtítulo es "Imagen, tiempo y detención en Puerto Rico", no se ocupa sólo de Puerto Rico. No son los puertorriqueños los únicos que quieren que les traduzcan todo al arroz con habichuelas que ya conocen: esa pereza es un mal de todo el mundo, que ha parado de girar, está detenido, mientras el incendio se expande. Ahí está Galactica, cuyo sueño fue simplificar lo que no es posible presentar de manera simple. Una utopía babosa que ni siquiera intentó automatizar el proceso completo de escribir un artículo académico.

Un artículo académico intenta responder a una pregunta específica y conlleva no sólo procesamiento mental de otras lecturas: eso apenas constituye el marco teórico, queridos zoquetes del desarrollo de software de Meta. Pero además hacer un marco teórico requiere de un criterio, de discriminación, es decir, de entender lo que se está leyendo, no sólo de reconocer lingüísticamente sustantivos, adverbios, adjetivos, núcleos y otras categorías gramaticales.

¡E incluso alcanzar la sencillez requiere de una complejidad excepcional! Porque hacer que lo complejo parezca sencillo no consiste en simplificarlo, sino que es un arte, un don del que muy pocos son capaces.


Junto con "El sueño de la razón produce monstruos" tengo un espacio para "De la queda(era)". Y con una mano en el perro de piedra, hago mi oración: no quiera yo algún día omitir palabras ajenas a mi propio vocabulario para encajarlo todo en mi reducido universo. Comprender algo adicional que me interesa requiere ampliar mi propio universo. Y mi vocabulario.


FELIZ DAÑO NUEVO DIGITAL, NO TE DESEA LACRIBA

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