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Democratización editorial

Para acreditar mi profesión u oficio o actividad económica o lo que sea, yo aquí podría soltar de repente: "no cualquiera puede ser editor; los editores tenemos una formación especial y maravillosa bla bla bla". Pero en un mundo de plantillas y máquinas y herramientas de bajo costo y al alcance de todos, si esa palabrería tiene algo de verdad, ¿no valdría la pena mejor ponerla a prueba? Si mi oficio de editor tiene algún valor destacable, ¿no valdría la pena poner a prueba su valía en un mar de publicaciones aficionadas y de editoriales florecientes? La desacreditación del trabajo ajeno ¿no sería acaso una manifestación de terror, de una propia falta de fe ante lo que yo digo que es mi conocimiento? Y, si yo tengo algo que enseñar, ¿no sería mejor comprobar mi aportación en las copias o imitaciones que pueda haber de mi trabajo? Si la industria editorial tiene aún algún futuro, no será en el monopolio, sino en el florecimiento de proyectos colaborativos que aprenden los unos de los otros. ¡Viva la democratización editorial!

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